Los vuelvepiedras son de las limícolas más complejas de pintar, al menos para mí. Esos tonos cobrizos, terrosos y negros me lo ponen muy pero que muy difícil. Si a esta complejidad de colores, tonos y semitonos añadimos que las aves no siempre están donde queremos, es decir, en el mejor sitio para ser retratadas, la cosa se complica exponencialmente. En este caso, estos vuelvepiedras no querían moverse demasiado (cosa buena) ni yo quería espantarlos, pero al estar con el agua de fondo, yo no pude situarme con la luz a mis espaldas, resultado, contraluz.