Los zarapitos no dejan de resultarme unos seres con un aspecto de otro planeta, sus cuerpos rechonchos, esos picos curvados y esa cara entrañable, no me cansaré nunca de retratarlos. En el estuario del Miño, por ejemplo, son muy abundantes y su canto, algo estridente, inunda el ambiente, especialmente durante la noche, dándole un toque mágico.
Acuarela sobre papel Canson Moulin du Roy.
30,5 x 40,5 cm.